Acababa de llegar a clase esa mañana, estaba sola
contemplando los últimos trabajos que habíamos realizado sobre la narración.
Cómo habían cambiado las cosas… Antes, una cartulina de color vistoso servía
para desplegar las alas de creatividad que, en algunos casos como el mío,
estaban muy escondidas. Ahora todo se ve a través de pantallas digitales
transparentes que dejan al descubierto los dibujos digitalizados de los
alumnos. Nada se hace con papel y bolígrafo, ahora vale más maña con Photoshop
que fuerza con los lápices de colores.
Ese día decidí aparcar las mesas digitales, era una buena
manera de desconectar. Comenzaron a llegar los primeros alumnos, siempre los
mismos madrugadores (ya sabía quiénes eran antes de verles la cara).
– ¿Nos han robado? – Dijo Carla preocupada y con las manos
en la cabeza.
Decidí invitarlos a entrar cortésmente sin decir una
palabra: hoy serían ellos los que hablarían.
– Profe, esto da un poco de miedo, ¿es un examen sorpresa de
sintaxis? – el pánico se contemplaba a veinte kilómetros de distancia. Era
gracioso ver cómo les afectaba la sintaxis… Eso sí que no ha pasado de moda. Un
grupo de ellos me decía con frecuencia que cuando llegaba la época de
evaluarlos, me ponía un poco desquiciada y, por tanto, mi manera de
calificarlos también, supongo que por ello pensó Mario que había cambiado las
mesas de sitio.
Conforme iban entrando al aula, comenzaba a aumentar el
ritmo constante de los murmullos. Yo seguía de pie delante del escritorio. Sin
articular palabra. El pánico también aumentaba en sus miradas. Cuando ya
estaban todos, o casi todos, siempre hay algún dormilón al que se le pegan las
sábanas, comencé la clase.
– No me he vuelto loca, esta mañana he estado reflexionando
y hoy no vamos a hacer la actividad que teníamos prevista. Quiero que os
pongáis por grupos y cojáis folios de mi escritorio, y bolígrafos… Hoy no me
valen excusas: ¡vamos a escribir!
Desde que algún gobierno de no sé qué país nórdico decidió
implantar la enseñanza de mecanografía antes que de escritura, en España se ha
intentado adaptar a ritmo bastante lento este sistema. Problema: seguimos igual
que en 2015, haciendo las cosas al revés. Se centró tanto la atención en formar
escritores digitales, por llamarlos de alguna manera, que se olvidaron de lo
hermosa que es la escritura y de cómo a través de la caligrafía podíamos
transmitir lo que quisiéramos. Ahora todo es, simplemente, Times New Roman.
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